lunes, 3 de septiembre de 2007

OPCIONES FORZADAS

Creo que siempre fui un lobo estepario,, que palidece ante la idea de ceñirse a los protocolos de la sociedad humana. Los métodos, los sistemas, las estructuras me hacen sentir mariposas en el estómago. La rebeldía, la improvisación, el pisar la nieve nunca hollada marcan la dirección de mi derrotero, No crean ustedes que es algo elegido, no. Los vaivenes de la vida me zarandearon, como a todos. Cada golpe dejó un cardenal en mis recuerdos, como a todos. Creo que cuando los dientes de hielo del miedo me traspasan me siento masa, me anego en la muchedumbre, como todos. Pero una impronta primaria me domina, la de desmarcarme.
Señores en una ocasión fui a coger una botella de gas butano, noté una catástrofe en el cableado de mis nervios lumbares. Al poco rato el gozne de mi espalda, al menor movimiento, chirriaba con la estridencia del dolor mas agudo. Vino un señor facultativo, palpó mi zona lumbar, la única que tengo. Y emitió un sabio veredicto, con un introito intolerable. “¡Si es que no sabemos coger los objetos pesados!”. Esto me hizo encender las fogatas de la ira mas colérica. Y de súbito aquel sabio galeno se transformo en el mas execrable matasanos. Un relámpago indignado alumbró un pensamiento de exterminio. “Da gracias a que no puedo moverme. Sino…. Te mataría”.- Luego el sabio emitió sabiduría por la esclusa de su boca. “Estarás un par de días sin poder moverte”. Mi rebeldía aceptó el desafío, “eso es lo que tu te crees”. Cuando quedé solo, me agarré convulsamente a la mesa, sentí una aguda puñalada en el costado, fulminante, iba a caer cuando recordé la presunción del mediquillo. Mi ser se amotino, mis dientes se crisparon. Y me dije “Adelante, puedes hacerlo, debes hacerlo”. El edificio se incorporó entre punzantes aguijonazos. Me encontré dolorosamente erguido, pero erguido a la postre. Salí al pasillo, y caminé entre acerbos sufrimientos. Mi madre se asombró a encontrare en el carril para vehículos lentos del pasillo. “Por que te levantas… el médico dijo que……….”. “Precisamente por eso, por que el médico lo dijo”
Recupero el decurso de este escrito volviendo a admitir mi calidad de lobo solitario, aunque hubo un tiempo que lo fui forzadamente, sin alternativas. Cuando uno es obligado a la soledad uno se siente postergado, débil, desamparado. Se beben lágrimas sin que nadie lo advierta, que es el peor de los tragos. No hace mucho descubrí que me gusta la gente, pero creo que nada le importa eso a la gente, sin embargo para mi fue un extraordinario evento, algo realmente sorprendente.
Hace algunos meses me decidí a hacer algo verdaderamente insólito en mi. Contactar con una asociación de damnificados por una entidad carencial con nombre de brigadier escocés. Encontré personas con esta dolencia en común, que también es la mía. La primera conclusión fue espectacular, ¡¡¡¡Somos personas también nosotros!!!!.. Pero cosas mas extraordinarias hubieron de suceder. Yo, el eterno apaleado, el fracasado, el inútil comprobé que había gente pasando por lo que yo pase solo, buscando comprensión y aún consuelo. El eterno cobarde comprobó que su inutilidad proverbial podría ser aprovechable. Me di cuenta que era preciso algo de lo que siempre he huido: implicarse.
Como pasa con todo colectivo, con algunas personas congenié con unas personas mejor que con otras. Recibí los galones de veterano ¿podéis creerlo? Un veterano que se pasó buena parte de su vida a la deriva, en su propio infierno. Pero ¡ay! La lección mas dura aún estaba por llegar. vi. que podía ayudar y lo intenté de la forma mas racional. Intentando limpiar el barro que agobiaba a una persona no advertí que al arrojarlo caía sobre un tercero, después he sido capaz de advertirlo y lo siento de veras. Pero me queda el consuelo de saber que mis intenciones fueron limpias en todo momento.
Señores esta mala comedia llamada vida que muchas veces merece ser silbada presenta unos registros complicados hasta mas allá de la extremidad. Decidido a romper con todo aquello, quebré mi determinación por una persona de corazón limpio. Esta persona es hoy buena amiga y hace que no me arrepienta de mi decisión de no haber huido. Cuento con por lo menos tres personas que hacen que todo valga la pena.
Ellos saben quienes son y no he de decirlo aquí. Sigo implicado, pero no hasta el fondo, por la impronta de lobo solitario que se resiste a desaparecer.
Algún que otro congénere de mi especie se ha cruzado en mi vida, en especial uno, bueno no, uno no, seamos justos con su género, se trata de “una”. Tan sabia como joven, que me dice que se siente anegada por lo que dice mi torrencial verbo, yo no acabo de creerlo. Con veintitrés años no sabe que me enseñó mas de lo que cree. Deje usted su cuadernillo donde apunta la historia de Aníbal Barca y escúcheme. “Con usted aprendí la brevedad” una extraordinaria conquista para alguien que cree que su facundia es ilimitada. No lo es señorita.


Lunes 3 septiembre 2007

1 comentario:

Anónimo dijo...

Dice Loboestepario: "Cuando uno es obligado a la soledad uno se siente postergado, débil, desamparado. Se beben lágrimas sin que nadie lo advierta, que es el peor de los tragos".

Tengo para días con esta sola frase.

Genial


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