sábado, 27 de octubre de 2007

MIRANDO ATRAS

JUEGOS DE INFANCIA
Como todos soy víctima ocasional del bibliotecario siniestro que gobierna con criterio propio y a mis espaldas los anaqueles de ciertos recuerdos. Si una persona cerebral pasa por ser fría y calculadora. En el negociado del bibliotecario llamado inconsciente todo escapa a ese control. Si paradójico es que la ecuación de la relatividad universal contenga en su enunciado una consatante, mas lo es que la víscera de la humana inteligencia albergue en su estructura un recinto en el que la consciencia brille por su ausencia. Esta claro que los extremos conviven en ámbitos adyacentes.
Un sabor, una fragancia, un color, un tacto o un sonido inadvertido sirven para poner en primera escena un episodio insólitamente olvidado. Pero hay otos episodios en nuestra existencia que quedan indeleblemente bordados en el bastidor de la existencia. Como los juegos de la infancia.
PASADO TURBIO
Ya desde que senté plaza de nanohumano que es lo mas bajo en la administración temporal del humano devenir, y merced a una sólida formación audiovisual recibida a trabes del aparato de televisión (series inmarcesibles como “El Virginiano” o “Bonanza”) y algún que otro deleznable western contemplado en las salas de proyección del Cine Ideal previa visión de NO-DO y música de Adamo el de las manos en tu cadera y el mechón de tu cabello. Enseguida gustóme darle al gatillo, específicamente lo mío era el exterminio de los indios. Esos que siempre morían por el simple hecho y la simple razón de ser los malos. ¡Ah aquella maldad! ¡Cuán sencillo era de ubicarla!. Los malos eran los indios ¿por qué? Facilísimo de responder ¡Eran malos por que eran indios!. Me gastaba yo por entonces muy malas moscas y aquellos canallas me buscaban las vueltas nada menos que secuestrándome a la chica del grupo. Díganme ustedes, ¿Íbame yo a quedar tan tranquilo mientras aquellas alimañas cometían semejante tropelía con Merceditas?, por amor de Dios, ¿Es que no merecían aquellas etnias levantiscas y facinerosas que alguien como un servidor de ustedes les sentara la mano como merecían?. Yo era pacifico hasta que se me tocaban las narices. Imagínense ustedes los excesos que cometerían a buen seguro con Merceditas quien como ya supondrán ustedes era señorita de buena familia, pía y hacendosa. La designación entre los que iban a hacer de indios era la obvia, los mas guapos y buenos éramos los americanos (espantoso latrocinio histórico porque en esencia eran los indios los verdaderos americanos, pero ¿quien reparaba entonces en tal minucia?), y aquellos de la pandilla peor encarados, obesos, feos a la postre no podían por decoro menos que encarnar a aquellos salvajes. Tuve que dar muerte a muchos de ellos porque lo merecían. Habrían de pasar muchos años para que Kevin Costner demostrara para siempre que hubo una orgullosa cultura, pletórica de valores y modelos).
EN BIEN DE LA CIENCIA
A mi etapa de cazador de indios siguió mucho mas acorde con mi naturaleza, Me entregue por la ciencia en bien de la humanidad, de forma desinteresada monte una consulta de practicante. Y pronto mi denodada labor me creo un sólido prestigio que redundo en una selecta clientela siempre femenina que acudía a mi consulta al objeto de inyectarse boticas de toda índole almacenadas sólo en las estanterías de la mas singular apoteca ubicada en las calles de mi imaginación. Yo era un facultativo de unja generosidad sin parangón posible con todos los galenos de la autoridad facultativa. Jamás me interesé por el cobro de cheques en igualatorio alguno, la burda materia, versus dinero, no formaba parte de mi esforzada aportación a los logros de la ciencia. ¡No señores! , lo digo utilizando como caballete mi sinceridad más verídica. Nunca fui interesado. Aquellos tiernos culos lo eran todo para mi, fíjense mi sinceridad que me emociono al contarlo, siento como si un boloncio obturara le trafico de mi esófago al pensar en ello. Pero la condición humana es insólita, amigos. ¿Cómo creen que se me pagó ese desinteresado desvelo por la salud de mis vecinillas?: ¿Acaso piensan ustedes que se me rindió público y merecido homenaje? ¿Qué la corporación municipal, de Leganés recibió firmas en apoyo para que se pusiese m nombre a alguna calle, por periférica que fuese?. Varias lechuzas, madres de algunas de mis clientes pusieron el grito en el cielo al conocer de mis actividades. Este ha sido el sino histórico de la labor científica, la incomprensión aliñada con la envidia, la incomprensión guisoteado con la soberbia. Esas urracas disolvieron mi consulta, como aquellas masas que despedazaron a Hipatia. Espantosos dicharachos hube de soportar, los sinvergüenzas, bribonazo, y aun salido brotaron de aquellas bocazas profanas, legas en saberes, en forma de punzantes saetas, ávidas de traspasar mi vocación de mártir. Desde entonces mi consulta perdió en afluencia de bonitos traseros y ganó en la desolación que produce vegetación parasitaria. Ningún glúteo se expuso ya a labor facultativa. Y yo, asqueado de la humana ingratitud, de la ponzoñosa envidia de los espíritus cicateros. Abandoné mis investigaciones.
MACEDONIA DE QUEHACERES
También fui torero, con palo de escoba y trapo rojo, ante cornúpetas humanos, eso si. Que deleznable cultura aquella que induce a los críos a emular a sus mayores en sus manifestaciones, sobre todo en aquellas que debieron haber caducado en la evolución al humanismo (¿lo oye usted Velez?). Que detestable país aquel en que algunos padres inician a los hijos en el mas bárbaro espectáculo, henchido de sangre y violencia. Vean ustedes como la herencia del más extraordinario imperio que ha dado la historia aparece también manchada. El circo de Cómodo, salvaje costumbre para solaz de una plebe degenerada, aun sobrevive en la Hispania con el presuntuoso nombre de “Fiesta Nacional”. El que ha visto el Puente de Alcántara o el Acueducto de Segovia, como un servidor de ustedes, no puede por menos que maravillarse anta la extraordinaria intemporalidad de la ingeniería romana, sillares que desafían el paso de miles de años, arcos de eterna pervivencia. Arte y utilitarismo sublimados e íntegros al paso del tiempo. Nada hay comparable a la aportación Roma, en arquitectura, en cobertura legal de corpus legislativos que aun son materia de estudio en las Facultades del Derecho. En inextinguibles caminos de empedrado aun vivo. Pero nada “es” absolutamente bueno amigos. Lo perverso también puede atravesar la vegetación de la historia. Y a día de hoy tenemos que soportar esos mamarrachos de valentía primaria e innegable que basan s éxito en cierta destreza de sus cuerpos nada meritoriamente jóvenes, que basan su éxito en su arrojo. Eso es lo que aún excita al populus. El arrojo vistoso del solsticio de la vida, la juventud. Cuantos desafíos mas importantes hay que pasan inadvertidos, ese parapléjico que ha de enfrentarse todos los días a su silla de ruedas o ese enfermo de Parkinson tan débil y cobarde que ni si quiera sabe cruzar la calle. Y que premios tan diferente se llevan, lo pies ligeros de un joven matador de toros (¡¡matador de toros!! ¡¡Excelsa profesión!!, finalizador de vidas) que merece los lauros públicos de valiente y arrojado frente al que titubea en una calle, tiembla en un autobús o se arrastra por las calles estos son la basura, el lumpen, a los que le caen apelativos tan cariñosos de borracho o drogadicto. El populux no escruta, no inquiere, solo vibra ante lo vistoso, lo otro no interesa. Grandes valores no cabe duda. Por eso caminan, aunque se declaren ecologistas y progres, rumbo a la plaza de toros, gigantesco plato de sangre, por que quiere ver aquello de lo que carece, el valor, y deleitarse ante al llamada primigenia de la efusión de sangre.
Los taurófilos pondrán todo tipo de argumentos para ocultar que son capaces de pagar para ver sangre. Hablaran de una raza de toros creada para ese espectáculo. Hasta llega su perversión, su afición a la sangre y la violencia es tal que han sido capaces de crear el soporte animal preciso. Como Juan Palomo, yo me lo guiso, yo me lo como.
Y como epilogo refiero ahora no una actividad profesional de mi inquieta infancia sino un penoso episodio de corte verídico.
Allá por las tiernas edades mi hermano y yo cortejábamos con la seriedad debida del caso a nuestras dos microvecinas Merceditas y Petrita. EL galanteo se sustentaba en una especie de Olimpiada floral que consistía en la máxima recolección posible de un floripondio amarillo cuyo nombre se filtró por los desagües del pasado. Petrita se forjó sus ilusiones, Petrita se veía coribante con su cesto henchido de vistosos motivos florales, Petrita construyó castillos en el aire almenados de fragantes pétalos, de copas de cristalería vegetal, pero Pedrito era un ser humano sólo, Pedrito contaba solo con un par de manos a juego, Pedrito era falible. En plena competición cuando ya tenía en mi mano obra de diez o doce unidades, se me ocurrió mirar a mi hermanito y rival, parecióme que s eme venía encima media bóveda celeste, me llevaba una ventaja de uno a diez. Cuando la prueba acabo, Merceditas saltaba como un gorrioncito pletórica de triunfo y flores, mientras Petrita sorbía en amargo néctar del fracaso, desolada pidió a su mama profesar como novicia ursulina. Desolado, amargado, aunque había quedado segundo, sentéme desesperanzado, roto, quebrado por los acíbares del destino, insensible a toda manifestación exógena. Sumido en los grisáceos océanos de la desdicha, no reparé en el lugar elegido para el asiento, inofensivo agujerito en la tierra que escondía espantosa marabunta de insectos infatigables. A pesar de las pertinentes investigaciones ordenada por Naciones Unidas, nunca se pudo fijar el momento mismo de la invasión flagrante. Ser cree que tropas de élite franquearon ilícitamente la frontera como avanzadilla al grueso de un ejército tan numeroso como el del propio Jerjes en las Termophilas. Con sigilo sólidas formaciones de combate tomaron posiciones con sincronía prusiana. Y en el momento acordado las hostilidades comenzaron con fuego graneado. Mil pinchotazos inferidos por mil nanomandíbulas hundieron su obra viva en el suelo patrio de mi dimensión corporal. Enloquecido por la atomizada contundencia de la batalla y no sabiendo donde iniciar sincronizada contraofensiva, incoordinados manotazos, como la artillería pesada hace batiendo el terreno en disputa, causaron alguna bajas en el ejercito agresor, algunos grupos de hoplitas saltaron por los aires. Peor el ataque era masivo en extremo. Así que comenzaron mis berridos, superado por la situación. Aunque las dermalgias que derivaban del monstruoso ataque, especialmente lacerante me resulto el asalto en cierto páramo escondido y localizado en el arranque de las dos piernas que poseo en propiedad, donde figura el conflictivo órgano que acredita mi género sexual. Allí se cebaron los que sin duda eran regimientos de granaderos, artillados con piezas de grueso calibre, hubieron de atormentarme de forma bárbara. Tanto que la mama de Merceditas me despojo del pantalón corto y deshizo las formaciones atacantes con suaves golpecitos, siempre aconsejables por tratarse de orografía sensible en extremo. Pero al quedar mis miserias expeditas a las miradas curiosas tanto de la victoriosa Merceditas como de la novicia Petrita. El embarazo y el atentado al decoro plástico no pudieron por menos que afectar a los cimientos de mi amor propio. En tales términos que fui incapaz de afrontar por un tiempo las microrisitas de mis vecinillas.
Como ven ustedes he vivido mucho e intenso y ha habido de todo y que no he dudado en referirlo íntegramente en homenaje a los virtuales lectores


Y no lo olvidéis. “Todos los sujetadores son biplazas”
SABADO 27 OCTUBRE 2007

2 comentarios:

miguelvelez dijo...

Buen Pedro, los de las amazonas no lo son (biplaza). Cuentan quienes las vieron que llegaba a tal su afán guerrero y de ejecutar el arte de la guerra con total perfección, que seccionaban uno de sus lozanos senos para poder tener más destreza y puntería con sus mortíferas flechas; no de amor precisamente.

Por cierto, casi me convence su posteo, pero soy un carpetovetónico de mucho cuidado. Mucho más cruel fue el Fari (q.e.p.d.) calzandole botines a tan noble fiera.

SALUD

Anónimo dijo...

No se si provocamos sentimientos de desaprobación, admirado estepario ( por cierto, ahora que la navidad se acerca,¿ podría mandarme surtido se mantecados?)O tal vez esas miradas sean lo que temen padecer, sus pesadillas echas realidad, normalmente creo que me admiran por mi valor de enfrentarme a peores toros que los que refiere, la frase suele ser: tan joven….
tate