sábado, 20 de diciembre de 2008

torrentes

Podría decirse que el recorrido existencial de cada uno es como el lecho de un río, por el que transcurre el río; la vida. Un gigantesco sistema fluvial, donde cada vida es un torrente que va a desembocar en el mismo mar, del que nada se sabe, inevitable e inapelable, el mar de las aguas irreversibles. Pero no todos los lechos son iguales. Los hay que transcurren mansamente con mas frecuencia que otros, entre amenos márgenes, tapizados de verdes hierbas, entre el gorjeo musical de alegres pajarillos. No se trata de un premio merecido en virtud de algún mérito contraído, y en el otro extremo están otros cauces de distinta naturaleza, de aguas amargas, con incomodas risqueras que hacen un fluir apresurado brusco o atormentado, con poquísimos remansos donde aliviarse de los golpes recibidos. Sin treguas casi. No se trata del blanco o el negro. Toda vida esta coloreada con más de una tonalidad. Nadie esta a salvo de los cromatismos más aciagos, pero tampoco de los colores mas dichsosos La diferencia estriba en la intensidad y en la frecuencia. La sensación de ahogo es universal y ubicua, y los golpes recibidos por los pedregales no respetan a nadie, aunque si es cierto que se ceban mas con unos que con otros.
En un momento de originalidad me dije: “¡Yo quiero cambiar de río!”. Pero lo universal carece de originalidad. Rápidamente deseché mi descubrimiento. “¿Y quien no querría?”. Algunas preguntas ociosas se me ocurren. ¿Por qué me tocó este lecho? o ¿Dónde esta la justicia?, son interrogantes que no tiene respuesta, no la necesitan. La vida tiene barrotes, y sólo contempla una fuga, la final.
Como en tantos asuntos, más de los que parece, no cabe elección posible. Salvo en lo personal. La ventaja de infortunio, la desgracia o la derrota es su pedagogía. Personalmente no me creo más fuerte que nadie, y sufro como mis compañeros de desgracia y con ellos. No tengo soluciones para nada. Pero sé que el ser humano tiene recursos insospechados que podrían ayudarnos contra el espantoso vacío de la angustia o el hastío aunque confieso que sigo siendo muy vulnerable.
Solo apelo para que intentemos conocernos mas a fondo, quizás no nos defraudemos. Yo no lo he logrado pero estoy en ello.
No olvidemos el tremendo poder de la voluntad humana.

20-diciembre-2008

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